María encadenada

(a una niña, mientras
le taladran los oídos)

Llora, pequeña.
Te están circuncidando en la belleza,
.                                      llora,
tus tenues agujeros de esclava
pregonarán tu ser desde tu sangre.
Te están atando al oro
.                                      para que no recuerdes
ni voluntad ni inteligencia,
para que seas eternamente la muñeca
presa de adornos y miradas.
Tus dos pétalos de rosa taladrados
son el primer dolor de tu recuerdo,
.                                      llora,
te espera una isla de vestidos
donde cada deseo te mojará las alas.
Un paraíso de espejos,
.                                      de tules y de encajes
te da la bienvenida:
.                                      tu mañana
tendrá el color del maquillaje.  
Por los focos, las joyas y las fiestas,
.                                      millares de tentáculos
te apresarán el tiempo, atenazada.
Sonreirás
la sumisión estándar que te marquen
en un mundo de estrellas y de fábulas.

.                                              Juana Castro, de Alada mía (1995)

Paula

Hoy supe tu nombre, Paula. Hablando con tus papis, me contaron que parece que sos una nena y, si tal, así te llamarás.

Yo escribo esto para asegurarte que seas quien seas, y te llames como te llames, serás amada.

Mientras escribo esto afuera sopla una brisa suavecita que hace caer las hojas amarillas de los árboles. Alrededor de un mesón de madera que hay en el parque frente a mi casa están sentados varios chicos y chicas, estudiantes aquí, charlando de sus cosas y riéndose en este día soleado y tan templadito.

Én la residencia de en frente veo a alguien que lee un libro apoyado en el marco de su ventana del segundo piso y más allá escucho los gritos de gente que juega al fútbol en el prado de la escuela.

Todo esto es parte del mundo al que ahora pertenecés, parte tuya.

Bienvenida.