Vivías en mi casa y no lavabas
platos, vasos, o una cacerola.
Te rascabas todo el día las bolas
y ni siquiera ésas te lavabas.
Cuando tenías ganas me cascabas
y yo, boluda, me quedaba piola.
Te cogiste a mis amigas Pancha y Chola
y a mí hacían años que ni me cagabas.
Encañonado por tu propio chumbo
finalmente te mandé al carajo;
ahora venís y me arrastrás el ala.
Pero aunque si te veo me derrumbo
ya sé ser ciega: si volvés te bajo
de un tiro. Mirá si seré bruja. Y mala.
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