Saturday, June 19, 2010

Matrimonios y derecho de adopción para homosexuales, otra vez

Hoy bautizan a mi sobrina. Escribo esto habiendo comenzado ya los aprontes para partir hacia la iglesia. Me he bañado y estoy aquí, envuelto en mi bata, esperando a que se haga la hora de vestirme y acicalarme para mi rol de padrino.

Esta mañana temprano mi madre y yo salimos al centro para comprarle a la maravilla que es esta niña de 34 días algún regalo. Íbamos tomados del brazo, caminando por la peatonal Sarmiento, cuando una mujer joven se desprendió de un grupo de otras, unas seis o siete de todas las edades, y se nos acercó con un papel en mano. Cuando estuvo al lado nuestro pude ver que el papel estaba dividido en casilleros horizontales, los superiores ya ocupados con los nombres, firmas, y números de documento de varias personas.

"Buenos días. Estamos juntando las firmas de la gente que piensa que todos los niños deben tener un papá y una mamá. ¿Quieren firmar?" nos dijo, sonriendo.

Lamento haber sentido una gran rabia levantárseme por dentro. Digo que lo lamento porque, si esa emoción no me hubiera empañado la razón, podría haberle respondido a esta muchacha que me parece más importante que los niños tengan amor, apoyo, protección y posibilidades de desarrollo, sobre todo aquellos que por cualquier razón no pudieron tener una mamá y/o un papá que les ofrecieran estas cosas. Tal vez esa verdad, articulada sosegadamente, me hubiera permitido entablar un diálogo con ella y las otras mujeres que estaban allí. Estoy convencido de que la mayoría de la gente que hace campaña en contra del matrimonio homosexual y la adopción por parte de homosexuales nunca ha tenido la oportunidad de hablar al respecto con ningún homosexual; por el contrario, lo más probable es que estén actuando de acuerdo a la opinión de algún líder social, religioso o político que tampoco lo haya hecho.

Pero no, fue un abordaje que me tomó desprevenido y me dejé llevar por las emociones. Me di cuenta al instante de que estas mujeres eran miembros de una manifestación que estaba por formarse frente a la legislatura más tarde en la mañana. Yo sabía ya que tal manifestación ocurriría porque ayer vi varios carteles anunciándola. Luego, sentí las palabras y la sonrisa de esta muchacha como ataques personales. Y lo son, pero igualmente, tonto de mí, por no controlar mis arrebatos. Para colmo estaba allí mi madre, y me dolió que tuviera que presenciar eso. Sé bien cuánto se preocupa por sentirme el blanco de la discriminación.

"No, no voy a firmar, porque pienso que todo el mundo tiene el derecho de ser padre", dije, y seguí caminando, con mi madre al lado.

¡Palabras vacuas y falsas! ¡No es verdad que todo el mundo tenga el derecho de ser padre! ¡No lo tiene quien no está dispuesto a poner las necesidades de sus hijos por delante de las propias! ¡No lo tiene quien inculca odios! ¡No lo tiene quien abandona a sus hijos, ni aquel para quien la paternidad es sólo la procreación! Y lo mismo vale para las madres.

Pero no dije nada de esto ni aún después, cuando podría haberme vuelto y tratar de expresarme mejor. Quizás alguna de estas mujeres, en algún momento de su futuro, podría haber cambiado de opinión si yo hubiera intentado con más ganas tener una conversación constructiva. En vez de aprovechar la oportunidad seguí mi camino, con todo esto dándome vueltas por la cabeza pero dejándome distraer por las vidrieras y los precios.

Para colmo, ironía de las ironías, en hora y media estaré colaborando en la inducción de mi sobrina, uno de los seres que más amo, a la iglesia católica, tal vez la organización que más poderosamente contribuye con sus enseñanzas a la eternización de los prejuicios en contra de los homosexuales en mi país. Por culpa de la iglesia católica muchos hombres verán frustrados sus deseos de paternidad, y muchos niños crecerán sin el amor que esos hombres podrían haberles otorgado.

Políticos católicos utilizarán luego el acta de bautismo de esta niña como una justificación de sus políticas retrógradas: "X porcentaje de los constituyentes que represento son católicos bautizados, y por lo tanto esta sociedad exige que..." etc., etc..

Personalmente, después de esta mañana no estoy seguro de estar listo para ser padre. Aún soy demasiado inmaduro e impulsivo, poco comprometido con mi sociedad. ¿Cómo voy a proteger a un niño, si no soy capaz de proteger mis propios derechos?

Por otro lado, definitivamente no es mi homosexualidad la responsable de tal falencia. Todos los días veo como la gente mayormente heterosexual de nuestras sociedades se deja arrastrar por las preocupaciones del día a día en vez de exigirle a los políticos que nos representan que acaben con la corrupción que dificulta nuestras vidas, o las inequidades e iniquidades que dañan el medio ambiente y crean pobreza y violencia.

Bajo esta luz, entonces, tengo tanto derecho a ser padre como la mayoría de mis conciudadanos.

En cuanto a mi padrinazgo... He visto antes otros ritos de bautismo, y sé que pueden ser hermosos, si uno logra despojarlos de su marco católico. El significado original de este tipo de ceremonia, en la profundidad de los tiempos, debe haber sido el de dar la bienvenida a un nuevo ser en el seno de su familia y su comunidad. Intentaré enfocarme en eso, y obviar la complicidad con la iglesia que mi participación implica.

Algún día le hablaré de todo esto a mi sobrina o, mejor aún, le pediré que lo lea.
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